Reseña libro: Mandíbula: Los horrores de una mente creativa


Mónica Ojeda, la prestigiosa autora ecuatoriana, presenta en doscientas ochenta y cinco páginas una travesía de la mano de diferentes personajes femeninos. Esta historia se narra en voces y perspectivas, cartas y anglicismos; acá se aborda el terror desde un punto muy particular (característica que le concede el gran éxito al libro), el privilegio, la juventud, la rebeldía y sobre todo, la feminidad. 

De la mano de Fernanda y Miss Clara, avanzamos dentro de una historia que no lleva una cronología ordenada, hay progresiones y regresiones temporales que llevan al punto cumbre y casualmente el inicio también de la novela. 


Mandíbula se desarrolla en la ciudad de Guayaquil en una escuela privada y religiosa solo para niñas de muy alto estrato social, aquí conocemos a un grupo de chicas rebeldes e inteligentes, hartas de su privilegio y con ganas de anarquía; Clara es su maestra y conforme pasan las páginas descubriremos porqué esta retraída e introvertida profesora termina secuestrando a una de sus pupilas. Si bien, que se nos revele todo esto en la contraportada del libro podría parecer contraproducente, no lo es, y, no lo es en absoluto. 

El mayor acierto de Ojeda en esta novela, es la cantidad de cosas que pasan en el inter y sobre todo los giros de tuerca, no hay capítulo en el que no se devele algo nuevo para el lector que le haga cambiar toda la perspectiva que había construido o que no derribe todas las teorías que podría haber maquinado.


 La lectura es incómoda, rara, transgresora y es justo eso lo que la autora buscaba. Lo explícito no falta, es más, este libro no es para cualquier tipo de lector, con contenido desde sexual, gráfico en cuanto a violencia, secreciones y otros varios detonantes, se debe mencionar que estos factores no son los que otorgan a esta novela su cualidad y clasificación en el género de horror. 

El Dios Blanco. He aquí el verdadero pseudo personaje guión, idea guión, concepto guión, fantasía que provoca los escalofríos en Mandíbula. Fernanda y sus amigas son chicas de quince años que buscan la adrenalina hasta por debajo de las piedras, estas niñas han vivido reprimidas, se les exige cumplir con un papel que va ad hoc con su clase social, siempre pulcras, entregadas a la religión y a los preceptos de esta, de conductas intachables, pero nadie puede controlar ni adoctrinar los verdaderos pensamientos de un adolescente; Ojeda presenta la edad entre la niñez y la adultez como un genuino componente del terror en su historia y es que el interés por conocer más, los cambios físicos tan violentos y veloces en el cuerpo, la rebeldía y todo lo que conlleva esta etapa construye personajes que vistos desde donde la autora propone son, efectivamente, espeluznantes. 


Fernanda y Annelise, su mejor amiga, tienen una imaginación que termina por volverse verdad en sus bocas. Un gran detalle en esta novela es la descripción y es que, es justo lo que los personajes también utilizan como herramienta para envolverte en la trama, volviendo así a hacer mención del llamado Dios Blanco. La autora nos dará a entender qué o quién es esta deidad y entre los relatos llegaremos a entender porque debemos temer tanto a las mentes creativas, con capacidad de narrar y describir, así como a aquellas personas que no le temen a nada, a aquellos que lo tienen todo y lo arriesgan sin ton ni son. 

Las relaciones de poder entre mujeres juegan igualmente un papel muy importante en el desarrollo de la historia, desde una descripción terriblemente siniestra entre madre e hija hasta las relaciones de amistad platónicas donde se reafirma la premisa del amante y el amado, compartiendo entre estos poderíos una primicia digna de estudio y análisis, “el amor empieza con una mordida y un dejarse morder”.

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