Historia: Piedra, Papel, Tijera ►Horror Hazard◄

25/3/2019


Piedra, Papel, Tijera

- Piedra, papel, tijera, 1,2,3. Piedra, papel, tijera, 1,2,3. Piedra, papel, tijera, 1,2,3.

Así llegó Paula a su casa el día de hoy. Jugando ella sola este antiquísimo juego originario de Asia. Paula era una niña vivaz, a sus 10 años era más madura que los chicos de su edad, lo que ocasionaba que no se relacionara mucho con sus compañeros en la escuela, que por el contrario le molestaban.

- ¿Quién te ha enseñado eso Paula? Noté que llevas días con ese juego - Preguntó su mamá.

- La señora Bertha me enseñó, dice que soy muy buena-. Respondió Paula.

La madre de Paula esgrimió un sonido de desaprobación pues no le gustaba que su hija se relacionara con la vecina de al lado, una mujer entrada en años de descendencia europea que, para ella y otros vecinos, tenía comportamientos y costumbres extrañas.

- Ya sabés que no me gusta que andés sola en la calle y menos que te metás a su casa. Mirá esos pobres niños que aparecieron muertos, qué terrible.

(Dos semanas antes)

Por esos días Paula estaba obsesionada con ese juego de azar. Se le podía ver jugando sola o retando a sus compañeros, incluso a los mayores. Trataba de no jugarlo cerca de su madre porque una vecina, no del agrado de ella, le estaba enseñando a jugarlo. Se estaba volviendo tan buena que nadie le podía vencer. Hubo ocasiones en que realizaba más de 30 series sin que alguien le ganara. Lastimosamente esta situación, lejos de hacerla popular, la convirtió aún más en la burla de los otros niños, pues la acusaban de tramposa.

Cansada de la situación que estaba enfrentando en la escuela y sabiendo que su madre la reprendería por ese juego que le había enseñado su vecina, Paula se escabullía hacia la casa de la señora Bertha para contarle lo que estaba sucediendo. Un día, Paula no mencionó para nada el juego, ni un gesto, como si ya lo hubiese olvidado. Y así los días posteriores.

En la escuela, los demás niños estaban extrañados de su comportamiento, ya que pasó de ser una obsesión, a dejar aquel juego en el olvido. Pero como a veces los chicos son tan crueles, aprovecharon el comportamiento de Paula para molestarla.

Una mañana se pusieron de acuerdo varios niños de la escuela y retaron a Paula nuevamente, pero le tenían algo preparado. Hicieron un círculo rodeando a Paula y a su retador, de pronto y al unísono comenzaban a decir “piedra, papel, tijera” mientras chasqueaban sus dedos, como técnica para desconcentrarla.

Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera.

Piedra, papel, tijera 1,2,3. Paula no podía creer lo que estaba pasando. Después de tantas veces jugar ese juego, por primera vez vio cómo su adversario le vencía: papel tapa piedra.

Quiso probar su suerte una vez más. Piedra, papel, tijera, 1,2,3. Piedra rompe tijera. Segunda ocasión que perdía, pero esta vez comenzó a molestarse. Su cara enrojecida solicitó un tercer contendiente. Piedra, papel, tijera, 1,2,3. Tijera corta papel. No podía creer que hubiese perdido tres veces seguidas. Un escozor en su cuerpo la invadió, sus manos se adormecieron y, por si fuera poco, tenía que soportar la burla de los demás niños a su alrededor gritándole piedra, papel, tijera. Explotó en enojo y salió corriendo, dejando a esos niños atrás.

(Volvemos al presente)

- Piedra, papel, tijera, 1,2,3. Piedra, papel, tijera, 1,2,3. Piedra, papel, tijera, 1,2,3.

Así llegó Paula a su casa. Jugando ella sola este antiquísimo juego originario de Asia.

- ¿Quién te ha enseñado eso Paula? - Preguntó su mamá.

- La señora Bertha me enseñó, dice que soy muy buena-. Respondió Paula.

La madre de Paula esgrimió un sonido de desaprobación.

- Ya sabés que no me gusta que andés sola en la calle y menos que te metás a su casa. Mirá esos pobres niños que aparecieron muertos, qué terrible. –

Mientras tanto en la televisión comentaban la atroz noticia:

“…este hecho que ha conmocionado a toda la ciudad, donde tres niños fueron torturados salvajemente, el primero de ellos murió asfixiado, pues le introdujeron en su boca y nariz, tacos de papel que le hicieron imposible respirar, estaba atado de manos. El segundo fue golpeado brutalmente con una piedra que le desfiguró la cara, a tal punto que fue reconocido por sus padres gracias a su ropa. Y el último de ellos fue, oh Dios, ten misericordia de este asesino, el último de ellos sufrió la amputación de sus manos, con una tijera. La pérdida de sangre le provocó la muerte. La policía aún no tiene ningún sospechoso, aunque vecinos han comentado a las autoridades que...”

La madre de Paula apagó el televisor con suma tristeza y volvió su mirada hacia Paula, pensando en cómo alguien podría hacerle eso a un niño.

- Paula, ve y lávate esas manos que vamos a cenar. Paula, ¿Por qué tenés las manos rojas?

Paula se quedó callada unos segundos, como pensando bien su respuesta mientras se observaba las manos teñidas de rojo.

- Pintura mamá. Le estaba ayudando a la señora Bertha a pintar unas cosas.

Y se fue hacia el baño murmurando felizmente piedra, papel y tijera


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