20/3/2019
Ahí
estaba en el suelo; juntas lo vimos morir… como poco a poco se despedía de la
vida sin poder hacer absolutamente nada más que fallecer, pensando en el porque
lo tuvimos que hacer, abandonando este mundo con toda la verdad, y con el
remordimiento de que pudo haber evitado su
propia muerte, si solo hubiera hablado antes.
Un
día antes había recibido un mensaje en mi celular, invitándome a salir después
de clases, en una cafetería que quedaba frente a la escuela. Mi compañero Carlos, después de muchas
conversaciones con la almohada, tomó la iniciativa de escribirme, ya que se
notaba a lo lejos que yo era parte de sus pensamientos en el baño.
Como
no estaba acostumbrada a salir ni a relacionarme con gente de mi edad, le dije
a mi hermana que me acompañara, que se sentara unas mesas atrás de la nuestra y
que me detuviera en caso de salir corriendo del lugar o peor aún, de no cumplir
con mi parte del trato.
Y
así fue…el día llego y mientras yo me
alistaba, mi hermana fue a la cocina y tomó las píldoras que tomaba mi madre
para consolidar el sueño, abrió la puerta de mi cuarto entusiasmada y me las
puso en el bolso que llevaría a la cita, de paso me acomodó el cabello y me
halagó lo hermosa que me veía; ella por su parte solo tomó una capucha con
gorro y se la colocó “para pasar desapercibida” debido a que somos hermanas
gemelas y no queríamos que Carlos supiera que moría de miedo y por eso tuve que
llevarme a Marcela.
-Todo
saldrá bien, no tengas miedo, yo estaré ahí- repetía mi hermana mientras íbamos de camino.
Sonó
mi teléfono… era Carlos, diciéndome que ya estaba en la cafetería pero se
encontraba cerrada, que nos viéramos en la que estaba en la otra cuadra... yo
le dije que si. Le
comenté a mi hermana y el cambio de planes tuvimos que ingeniarlo en menos de
10 minutos ya que estábamos sumamente cerca del lugar. Lo bueno era que
conocíamos dicha cafetería y se nos hizo más fácil el plan.
Ahí
estaba él, yo me había adelantado unos pasos para distraer a Carlos y no reconociera
a Marcela al entrar y ella se lograra acomodar en una mesa, para saber donde
sentarnos Carlos y yo.
Me
saludó con un beso en el cachete y un pequeño abrazo cálido, con sus grandes
manos y una masa muscular bastante pronunciada, me intimidó un poco pero fue
momentáneamente.
Nos
sentamos y pedimos un café, yo sin azúcar y el con leche, y una tarta de fresa
para compartir. Nos dispusimos a hablar. Charlamos de la escuela, de su equipo
de fútbol, de mi hobbie por dibujar… no tenía ni la más mínima idea de que yo
sería a la última persona a la que
vería, que ese sería su último café con leche y tarta fresa que probaría en su
vida.
Hice
la mención de que en su barba había quedado un poco de lustre de fresa, y reí
para devolverle el sentimiento de intimidación que me hizo sentir él al inicio
de la cita, además necesitaba que se levantara de su silla, y era la única
manera para que él se dispusiera a ir al
baño a limpiarse, y todo salió acorde al plan.
Volteé
a ver a mi hermana, y con su mirada oscura, levantó su cabeza y entre dientes
me dijo -hazlo-, así que tome las píldoras y las desboroné en su café… fueron
tantas que perdí el conteo de cuantas le había echado, y lo difícil que seria
la rápida absorción del medicamento es su sistema, me puse nerviosa, así que
tome unos minutos de respiro mientras veía como Carlos devoraba el causante de
su desgracia.
- Voy al baño, ya vuelvo.
Le
dije a Carlos mientras tomaba mi bolso y me dirigía a lavarme las manos, detrás
venía mi hermana.
- Apúrate, debemos irnos.
- Solo dame unos segundos para
lavarme las manos.
Sin
que nadie lo notara, salimos por la parte trasera de la cafetería, pero
debíamos estar completamente seguras de que Carlos moriría, así que fuimos a la
parte de enfrente a esperar el desenlace.
Un
golpe en la puerta hizo que todos volvieran a dirigir su mirada a la
cafetería, y con asombro, vieron como
Carlos parecía tener rabia, revolcándose en el suelo, mientras luchaba contra su
confusión y sus deseos de vivir, y cayó ... en media avenida.
Misión cumplida…
pronto, la calle se llenaría de espectadores y ya lo importante de la historia
(de nuestra historia) había terminado y no queríamos que la policía comenzara a
preguntarles a los que estuvimos en el lugar detalles de lo sucedido, así que
nos fuimos.
Corrimos
a casa, y mamá estaba tendida en su cama
como de costumbre, así que solo nos teníamos una a la otra, ¡Marcela y yo contra
el mundo!
Nos
encerramos en el cuarto a reír por horas, hasta quedarnos dormidas, abrazadas
como cuando de niñas hacíamos tiendas de campaña con las sábanas recién lavadas
por mamá y dormíamos en el suelo.
Ya
había pasado un mes del acontecimiento, y la vida comenzaba a tener su curso
nuevamente, en la escuela los murales del pésame seguían a la entrada, las
clases eran mas frecuentes y mi vida y la de mis compañeros tenía circulación.
Llegó la época de vacaciones y se planeó una fiesta
de despedida con todos los de la escuela, el comité de deportes estaría a cargo
del evento, así que la organización del lugar y demás, estaba por confirmarse a
más tardar al terminar la semana.
Mi
hermana no estaba asistiendo a clases porque estaba preocupada por mamá, la
veía mas delgada cada vez, así que se quedaba en casa para cuidar de ella.
Yo
por mi parte, así no quisiera, debía ir a la fiesta porque aún faltaba algo por
hacer, aun no podía dejar que se salieran con la suya, así que le comenté a
Marcela y juntas creamos el final de esta historia que apenas comenzaba.
-Tocaron
la puerta… dijo Marcela.
-Yo
abro, quédate aquí… le dije.
Bajé
las gradas y antes de abrir la puerta, le puse una sábana a mamá que estaba
acostada en el sillón para que nadie la molestara, y me dispuse a abrir.
-La
Srta. Helena?
-Si,
en que puedo ayudarle!
-Queremos
hacerle unas preguntas con respecto a la muerte de un chico de la escuela.
-Claro,
pase…
Así
que la policía entró a mi casa, y me preguntaron sobre Carlos, que al revisar
su celular, encontraron nuestras conversaciones y del encuentro del mes pasado,
el cual yo respondí que si nos íbamos a ver, pero que a último momento no
asistí a la cita y no le avisé por vergüenza; me entregaron una tarjeta y que
si sabía algo al respecto, no dudara en llamar. Me despedí amablemente y cerré
la puerta.
-Estuviste
muy bien Helena, estoy segura de que se la creyeron.
-Me
puse un poco nerviosa, demasiado… Pero estoy segura que no nos molestaran más.
Era
viernes y ya todos habíamos recibido la invitación a la fiesta; sería en el
gimnasio de la escuela y se daría a cabo el sábado por la noche. De paso
comenzaron a llegar los mensajes para encontrar pareja y con quien asistir a
dicha actividad.
-Aló,
Helena?
-Sí,
soy yo…
-Te
habla Rodrigo, ¡espero estés bien! Quería invitarte a la fiesta del sábado, eso,
si no tienes con quien ir….
-Me
encantaría… (Cosa que era verdad)
-Excelente,
paso por tu casa a las 7:00.
-De
acuerdo.
Creo
que Rodrigo sintió el deseo que teníamos Marcela y yo por recibir esa llamada,
ya que él, de una u otra manera…sería el próximo. Nos aceleró el proceso y con
eso la idea de cómo acabaríamos con él… merecía morir de la misma manera
despiadada en las que nos había hecho sufrir. Dicho sea de paso Rodrigo y
Carlos eran amigos, los chicos populares y atléticos dueños del mundo, nadie
podía detenerlos, solo mi hermana y yo.
Llego
el sábado por la noche y yo me preparaba para la fiesta, me puse mi mejor vestido,
mi hermana me acomodaba el cabello nuevamente y alistaba mi bolso con lo
necesario para la cita: Un labial, un espejo, el celular y una Victorinox que
nos había dejado mi padre antes de abandonarnos “Por el bien de tu madre” y por
el bien de su bolsillo.
Ya
estaba lista y faltaban unos minutos para las 7 cuando la puerta sonó… era Rodrigo, vestido con un traje elegante,
con una fragancia que casi me hizo lanzármele al cuello al mejor estilo de un
vampiro, y con una flor en la mano. Un gran detalle para alguien que parecía
que carecía de sentimientos. Yo por mi parte, conforme bajaba las gradas, la
mirada de Rodrigo hacia que me temblaran las piernas, mientras yo hacía mi
mayor esfuerzo por no sentir emoción alguna y no dejarme llevar por la belleza
que rodeaba a ese ser maldito.
Nos
dispusimos a irnos, cuando por un momento le dije que no quería ir, que
prefería una cita entre ambos, y no junto con los demás de la escuela, con una
voz seductora lo hice cambiar de parecer, así que nos fuimos a un lugar “que él
conocía“ bastante lejos de la ciudad. Parecía cada vez más certera la idea de
que Rodrigo quería morir puesto que cada vez se ponía más fácil el plan de
acabar con su vida.
Mi
hermana sabía hacia dónde dirigirse, ya había estado ahí.
Pensé
que alguien nos venía siguiendo, pero creo que solo fue un momento de paranoia
ya que haría el acto final y estaba nerviosa.
Dejé de pensar en ello y me
dispuse a seguirle el juego a Rodrigo.
Habíamos
llegado al lugar, un bosque con poca luz, lleno de árboles que parecía no tener
ni principio ni fin. Rodrigo me besó…no había dado ni un momento para no ser
tan evidente de que su única intención sería acostarse conmigo, y que su
instinto de macho alfa saldría a relucir de esa manera.
Yo
tenía en claro cuál era mi objetivo, pero quería darle su último momento de
placer antes de que él, me diera el mío luego de culminar el acto, así que
seguí con el juego y me subí encima de él, lo bese con tanta intensidad que
ambos nos quedamos sin aliento mientras sus manos se trepaban por debajo del
vestido y nos uníamos en un solo cuerpo, en un mismo sentir.
-No
sabes cuánto deseaba esto Helena.
-Yo
también, no sabes lo mucho que deseaba hacerlo.
De
pronto sonaron unas ramas, el auto estaba tan empañado que era imposible notar
si había algo o alguien afuera, así que seguimos en lo nuestro. Yo sabía que
era Marcela la que andaba ahí porque ya se estaba acercando la hora de acabar
con Rodrigo y ella, estaría conmigo en todo momento, así fue como lo habíamos
acordado.
Rodrigo
quedó tan satisfecho que inclinó su cabeza hacia atrás para tomar todo el aire
que fuera posible ya que al parecer, los vidrios del auto habían absorbido sus
respiros, y yo su último respiro por la vida.
Estiré
mi mano hacia adelante donde estaba mi bolso, y preparé la cuchilla, ya era la
hora de matar a Rodrigo, así que aproveché que su cuello estaba al descubierto
y delicadamente corte su yugular, poco a poco veía como se abría y la sangre
brotaba de su ser. Disfruté tanto verlo morir que me quedé observando mientras
los ojos de Rodrigo no me veían de la misma manera que antes, y me dejéllevar
por el desconsuelo que la muerte trae consigo misma.
Un
golpe en la ventana me hizo regresar al mundo de los vivos y asustada volví a
ver, era mi hermana; lo sabía porque andaba con la misma capucha que solía
andar siempre y alterada me dijo que debíamos irnos, debíamos escondernos
porque venía la policía… nos habían seguido hasta ahí puesto que era la única
sospechosa de matar a Carlos y me tenían en vigilancia.
Así
que corrimos por el bosque, yo con las manos manchadas en sangre tomé la mano
de Marcela y le dije lo mismo que ella solía decirme “Todo estará bien” y
seguimos para escondernos en un viejo cobertizo que había cerca del lugar.
Hace
dos años, Marcela se quitó la vida, un fuerte trauma la hizo tomar la decisión
de dejarme a mí y a mamá solas sin decir ni una sola palabra.
Esa
vez que me encontraron en el cobertizo, Marcela ya no estaba, solo me
encontraron a mí, junto con una foto de ella, y yo llevaba puesta la capucha de
Marcela.
Mamá pasaba drogada la mayoría del tiempo, ya que
no podía con el dolor de la pérdida de su hija amada, pero aun debía luchar por
la que quedaba viva, que era yo.
Rodrigo
y Carlos debían pagar por lo que le habían hecho a Marcela, el silencio de
Carlos, que viendo como Rodrigo hacía suya a mi hermana a la fuerza, no hizo
nada mas que callar; con el descaro de llevarme a mi al mismo lugar donde ella
sufrió tanto, eso… eso solo podía pagarse de la misma manera en la que tuvo que
pagar mi hermana el dolor de su arrebato
a la inocencia.
Recomendación
del escritor:
Esta
historia se creó en mi mente mientras escuchaba una canción cuando viajaba en
un bus.
Change
(In the House of Flies)
Deftones
Deftones
De Laura Aguirre para Horror Hazard.
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