Historia: La Mancha ►Horror Hazard◄

27/2/2019




Mariana, una linda joven de 28 años, era una agente de call center con varios años ya de laborar para la misma empresa. Ella había sido una de las primeras empleadas de aquel lugar cuando decidió abrir sus operaciones en 1987. Su currículum era impecable y su inglés era casi perfecto, pues había tomado clases desde muy pequeña ya que sus padres, médicos de profesión, habían tenido una muy buena capacidad económica y lograron que ella fuera a las mejores escuelas.

El escritorio de Mariana, siempre estaba muy bien ordenado, contrastaba demasiado con los de sus compañeros de departamento; que, por lo general, estaban abarrotados de papeles, post-its mal pegados, manchas de café, residuos de comida y paquetes de snacks vacíos. Pero el de ella jamás, y no era que no tomara café o snacks, pero ella siempre contaba con su desinfectante y pañito que guardaba fielmente en una de las gavetas y cada que podía limpiaba la superficie del suyo; a tal punto que la señora de la limpieza ni se molestaba al pasar por ahí, más que en una ocasión Mariana se había burlado de sus métodos “burdos” de limpieza.


Así como su escritorio era su vida en general, su aspecto también impecable, desde su ropa hasta los zapatos, todo se veía sumamente limpio y arreglado. Su apartamento, uno muy elegante ubicado en el quinto piso de un edificio en el centro de la ciudad, por lo general casi nadie de la oficina lo conocía y mucho menos tenía visitas regulares y sin embargo, ella se esmeraba cada día luego del trabajo para que antes de irse a dormir todo quedara tanto o más limpio que el día anterior.

Una vez por semana llevaba a casa la botella de desinfectante que guardaba en su escritorio en el trabajo, aún sin terminar y la vaciaba en el lavabo para luego volver a llenarla con uno de los muchos garrafones industriales que guardaba desde hacía varios años en una bodega dentro de su apartamento. Los que conseguía de vez en cuando en una distribuidora al mayoreo para que nunca le faltara inventario y ella misma los cargaba en su carro con gran esfuerzo, y luego los subía hasta su apartamento pues no le agradaba que alguien más se metiera en este.

La obsesión de Mariana por el aseo había sido transmitida por sus padres que, al ser doctores, siempre vivieron atemorizados por las miles de enfermedades con las que debían lidiar en su diario vivir. A tal punto que en un momento de la crianza de Mariana, decidieron que ella no iba a ser médico como ellos, sino que debía estar en un ambiente más seguro.


Así fue como dedicaron sus recursos económicos, para que Mariana se especializara en un segundo idioma y aprendiera de informática. Iba a ser más probable para ella obtener un trabajo en un call center y ellos sabían que por lo general, en esas empresas mantenían un estricto control de limpieza, además los empleados contaban con buenas coberturas en salud. Especialmente si se era un líder de departamento como lo era ella.

No siempre Mariana fue tan rigurosa con el aseo, de hecho, durante su adolescencia era tan o más desordenada como cualquier otro muchacho. Sin embargo, no fue sino hasta que un hecho traumático le hizo perder el control, o eso le decía su mejor amiga en aquel momento. La muerte de sus padres a causa de un virus extraño, hacía 7 años. Primero fue su papá que trató a un paciente proveniente de Suramérica el cual presentaba un cuadro de fiebre y vómito. Pronto el paciente murió sin haber podido determinar por qué aquella enfermedad era tan violenta ni cómo tratarla. Al cabo de unos días el padre presentó los mismos síntomas, seguido de la madre y otros compañeros del hospital. Pero así de rápido como se propagó en un grupo pequeño de personas así desapareció dejando a todos los contagiados, muertos.


Lo que le pasó a sus padres impactó tanto su vida que pasó mucho tiempo recluida en su apartamento y tuvo que comenzar a recibir terapia psicológica. Lo que no le gustaba mucho, pues varias veces debía hacer el test de Rorschach y al tiempo descubrió que lo único que podía ver en esas manchas era suciedad. Después de meses de luto, su psicóloga le recomendó que reforzara un recuerdo positivo de sus padres para superar la depresión causada por la pérdida y éste terminó siendo el excesivo comportamiento de limpieza y aseo que le llenaba de mucha satisfacción.

En su vida social Mariana era igual, no tenía muchos amigos, y cuando una persona entraba en su vida, ella lo miraba como si fuera un agente contaminante. Sin embargo, ella se había ideado un método secreto para descartar las “manchas” que las personas nuevas tenían, de esta manera ella lograba hacer ciertos ajustes en la vida de esas personas para que así pudieran formar parte de su vida sin “ensuciarla”. Ella ella se apenaba de este sentimiento, pero fue la única forma en que encontró paz a la hora de entablar relaciones.

Así fue, como en varias ocasiones, Mariana había tenido uno que otro novio que por alguna razón no pudo pasar la etapa de limpieza de alguna de sus manchas y no lograron avanzar mucho en la relación, al menos la mayoría llegaba a una segunda o tercera cita. Sin embargo, su récord mínimo se vería superado en la cita a ciegas que su mejor amiga le había preparado para el próximo viernes.

El día jueves comenzó como un día normal para ella. Decidió usar una blusa de color blanca que había sido un regalo de sus difuntos padres y que ella atesoraba demasiado. Al medio día sufrió de una fuerte jaqueca que le duró aproximadamente unos diez minutos y que atribuyó al hambre que padecía por aquellas horas. Trabajó todo el día hasta tarde y no paró de responder los constantes recordatorios de su amiga acerca de la cita del viernes. Lo único fuera de lo normal fue que por la tarde tuvo que abandonar de manera repentina una agitada reunión de personal debido a un fuerte sangrado nasal, la sangre le causó una gran mancha roja en su querida blusa. Al correr al baño logró limpiarla un poco con agua.


Por la noche su rutina fue la misma de siempre, terminando hasta como la 1 o 2 de la mañana, haciendo aseo en su apartamento con la diferencia de que dejó en remojo la blusa con la mancha de sangre con el fin de limpiarla más. Cuando ya el sueño la venció, se puso su pijama y se dispuso a dormir, no sin antes mirarse al espejo. Su cara se veía algo pálida y cansada, pero hubo algo que le llamó la atención y fue una pequeña mancha de forma irregular que encontró en una de sus mejillas.

Intentó limpiarla con un pañito húmedo con desinfectante y descubrió que era suciedad. Lo que le pareció muy curioso porque en su casa no había nada que pudiera causarla. Ya rendida por el sueño no le dio mucha importancia y se fue a dormir.

A la mañana siguiente, se levantó más temprano de lo normal, pues sabía que ese día debido a su cita iba a llegar aún más tarde a su casa y debía dejarla limpia. Luego de un par de horas se sintió satisfecha y se dispuso a alistarse para ir a la oficina no sin antes revisar la blusa que había dejado en remojo la noche anterior, para su disgusto la mancha de sangre no sólo no se había quitado, sino que al parecer se había hecho más grande. Con mucho pesar decidió tirarla a la basura. Antes de salir de casa se volvió a ver al espejo y de nuevo se sorprendió al descubrir una mancha muy similar a la que se había quitado el día anterior, su forma y color eran el mismo, lo que le pareció muy raro, pero su tamaño era más grande. De igual manera procedió a limpiarla con un pañito y ésta desapareció igual que la de la noche anterior.


Iba de camino al trabajo, como de costumbre, cuando al frenar en un semáforo se percató que en el espejo retrovisor había una mancha similar a las que había visto antes, de inmediato pensó que se encontraba en su cara, pero pronto confirmó que estaba en el espejo. De nuevo usó otro pañito que guardaba en el carro y logró removerla. Duró un par de minutos hasta que estuvo contenta con el resultado. Casi a punto de llegar tarde a su trabajo manejó de forma más temeraria, hasta que en un tramo donde se pasó la velocidad máxima permitida un oficial de tránsito la detuvo. Ella nerviosa, porque sabía que iba en exceso de velocidad, trató de disimular para evitar una posible multa. El oficial, que era un joven adulto, la miró con recelo a través de unos lentes oscuros que le tapaban gran parte de su rostro y después de examinar el interior del vehículo fue a la ventanilla del conductor y le pidió sus papeles, al cabo de un rato le preguntó:

_ Señorita, ¿Va a limpiar el carro? ¿Por qué la prisa?

Ella sin entender mucho sólo asintió con la cabeza. Entonces el oficial le dijo:
_ Entiendo, pero trate de no ir tan rápido, no querrá manchar su historial también.

Aún sin entender ella volvió a asentir en silencio. Entonces éste prosiguió:
_ La dejaré ir con una advertencia pues su registro está limpio y es mejor dejarlo así.

Pronto el oficial le entregó sus documentos y la dejó ir. Sin muchas pausas, pero con precaución logró llegar a tiempo a la oficina aun tratando de comprender lo que aquel hombre le había querido decir. Pero pronto su mente se concentró en su trabajo. Casi no pensó en la cita de la tarde, excepto a la hora del café en la que se dedicó a responder los varios mensajes al respecto de su amiga. Mientras tomaba su café notó que debajo de su taza se formaba una mancha oscura, lo curioso es que parecía tener la misma forma que las que había visto en su rostro como en el espejo del carro. De inmediato sacó su fiel pañito y botella de desinfectante, pero extrañamente la mancha no se quitó después de múltiples intentos. Preocupada porque aún tenía muchas tareas pendientes antes de la hora de salida, optó muy a su disgusto tapar la mancha con un post-it.


Los minutos corrían y ella se dedicó a terminar los reportes de la semana que tenía incompletos. Pero se le dificultaba no pensar en la mancha que estaba debajo de la notita de papel y de vez en cuando intentaba de nuevo sin mucho éxito removerla con su pañito, cada vez con más cantidad de desinfectante. Más bien le parecía que la mancha se hacía cada vez más grande.

Decidió no darle tanta importancia y agregaba cada vez más un nuevo post-it. Al cabo de un rato la cantidad de papelitos ya cubría una tercera parte de su escritorio. Con sospecha miró a su alrededor a sus colaboradores pensando que se trataba de alguna mala broma, pues todos sabían de su impulso a la limpieza, sin embargo, nadie en la oficina parecía pendiente de su reacción.

Luego de unas horas llegó el momento de salir, había logrado terminar sus reportes, pero por más que lo intentó no logró quitar la mancha de su escritorio. Y cuando ya estaba a punto de perder la paciencia notó que ésta estaba borrándose casi por arte de magia. Entonces quitó uno a uno los papelitos y los arrojó en el basurero. Ya más tranquila, se fue al baño para arreglarse para su cita. Si de algo ella se enorgullecía además de su “pasión” por la limpieza era de su capacidad para el maquillaje, pues en el colegio su mejor amiga y ella pasaban horas frente al espejo probándose una gran cantidad de nuevos productos. Esto le había creado una gran habilidad y le ayudó siempre a verse perfecta según sus criterios de limpieza.


Cuando ya estuvo a punto de terminar notó de nuevo una pequeña mancha en el mismo lugar de su rostro y con la misma forma que la que se vió la noche anterior y esa mañana. Al tratar de removerla no lo logró, luego de unos minutos ya exasperada y porque se le hacía tard y odiaba la impuntualidad, decidió cubrirla con maquillaje.

Ya en su carro camino al restaurante, donde se suponía que debía ver a su cita ciega se miraba al espejo de vez en cuando para comprobar que aquella mancha ya no se le notaba. Al llegar al parqueo, más tranquila decidió aplicar una capa más de maquillaje por si acaso.

En el restaurante pronto la dirigieron a su mesa de manera muy atenta. El lugar era muy elegante y estaba muy concurrido. Al sentarse una copa de vino la esperaba y ella de manera relajada se la tomó pensando que ya podía poner su mente en otra cosa. No tardó mucho antes de que llegara su acompañante. Cuál fue su sorpresa al ver que quien se suponía era su cita, era el mismo oficial de tránsito que la detuvo más temprano.

Pasadas las risas por la casualidad y las introducciones, éste se sentó frente a ella. Su nombre era Herman y éste ordenó también una copa de vino al tiempo que se retiraba los lentes oscuros que desde que llegó no se había quitado. Revelando así un hermoso rostro, muy varonil, sin embargo, una gran mancha le cubría la mitad del mismo, incluyendo uno de sus ojos. Algo que él rápidamente procedió a explicar, luego de ver la expresión de sorpresa en la cara de la chica. Le comentó que era una especie de lunar llamado Nevus de Ota que había tenido desde que nació pero que no era nada de qué preocuparse. Sin embargo, como sabemos
para Mariana, una mancha es una mancha y eso bastó para que una extraña sensación le inundara todo el cuerpo.




Trató de disimular todo lo que pudo, pero cada vez que trataban un tema, pronto se veía distraída casi imaginándose tomando su pañito cargado de desinfectante y limpiándole el rostro a aquel pobre hombre. Luchó con todas sus fuerzas para responder atenta a la conversación, pero de repente quedó completamente paralizada al notar que aquella gran mancha en la cara del caballero comenzaba a tornarse de color gris, también le pareció que crecía a cada segundo. Poco a poco, la voz del muchacho se escuchaba cada vez más lejana para ella, y no pudo evitar asustarse. Notó que no podía moverse, quería salir de ahí a toda prisa, pero una extraña fuerza la mantenía inmóvil y no podía quitar la mirada de aquel rostro que ahora estaba completamente cubierto por la mancha, ésta ya le había borrado todas las facciones y en el lugar donde se suponía que debían estar los ojos y la boca solo había tres profundos agujeros de color negro con la misma forma que las manchas que había encontrado en ella misma. Éstos se movían al tiempo que el muchacho hablaba, pero pronto dejó de comprender lo que él decía. Todo alrededor se puso de un color blanco intenso, las personas que se encontraban en otras mesas parecían estatuas de mármol que se movían muy lentamente y a veces se confundían con las paredes.

Herman dejó de hablar al notar que ella no le respondía y entonces acercó su mano, que ahora era tan gris y deforme como su rostro, tocando la de ella. Sin poder moverse ella solo pudo ver como al momento en que él la tocaba la mancha gris comenzó a cubrirla a ella también, poco a poco hasta llegar a su cara, lo último que quedaba por cubrir fueron sus ojos, de los cuales brotaban enormes lágrimas, su boca ya sin forma no emitía ningún sonido. Pronto todo fue de color gris y el silencio saturó sus oídos.


El ruido de un alto parlante a la distancia, el murmullo de gente camino por pasillos y sonido de máquinas y pitidos hizo que Mariana abriera sus ojos. Se sentía sumamente aturdida. Estaba acostada en una camilla, en el salón de un hospital. Pudo notar que llevaba una bata en vez de su ropa y tenía una vía intravenosa en su brazo la cual estaba conectada a una bolsa de suero que goteaba despacio. Todo era del color que debía ser. Esto la alivió.


Se sentó, se encontraba un poco mareada, al lado de su camilla pudo ver a Herman. Dormía en una incómoda silla cubierto con un abrigo. Alzó la vista y pudo ver junto a la puerta del salón la tabla que tenía su expediente. Lo reconocía bien pues siempre que visitaba a sus papás en sus consultorios le gustaba ojear los de los pacientes. Junto a éste había una pantalla de luz apagada que tenía una placa de rayos X, no se distinguía bien el contenido de la placa.

Decidió bajarse de la camilla, para ver su expediente y mirar la placa. Tuvo cierta dificultad al caminar, lo que le pareció raro, pero logró llegar hasta la pantalla. Toco el interruptor mientras tomaba su expediente. Comenzó a leer: “paciente femenina de 28 años, presenta un síntoma de sincope, se procede a realizar muestra de rayos X, se detecta presencia de masa de color oscura en tomografía craneal en el lóbulo frontal, por sus características y morfología se cree que es una masa de índole maligno, se recomienda más estudios para descartar …”, al leer esto volteó a ver la pantalla donde ya se podía apreciar lo que había.

En ésta se veía claramente la silueta de su cráneo y en medio una sombra oscura con la misma forma que las manchas que Mariana había visto en su rostro, en el espejo de su carro y en su escritorio.



El formaldehído es una sustancia química incolora, inflamable y de olor fuerte que se usa para fabricar materiales y para producir muchos productos del hogar. Además, el formaldehído se suele usar como fungicida, germicida y desinfectante industrial y como conservante en los depósitos de cadáveres y laboratorios médicos. Los trabajadores de industrias productoras de formaldehído o de productos que contienen formaldehído, los auxiliares de laboratorio, ciertos profesionales de atención médica y empleados de depósitos de cadáveres pueden estar expuestos a concentraciones más altas de formaldehído que el público en general. La exposición ocurre principalmente por inhalación del gas o del vapor de formaldehído en el aire o por absorción a través de la piel de líquidos que contienen formaldehído. En 1987, la Agencia de Protección Ambiental (Environmental Protection Agency, EPA) de EE. UU. catalogó al formaldehído como probable carcinógeno en seres humanos en situaciones de exposición extraordinariamente alta o prolongada. Desde ese entonces, algunos estudios en seres humanos han indicado que la exposición al formaldehído está asociada a ciertos tipos de cáncer. La Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (International Agency for Research on Cancer, IARC) tiene clasificado al formaldehído como carcinógeno en los seres humanos. En 2011, el Programa Nacional de Toxicología (National Toxicology Program), integrado por diferentes dependencias del Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE. UU., designó al formaldehído como carcinógeno humano conocido en su 12.º Informe sobre Carcinógenos.

Fuente:https://www.cancer.gov/espanol/cancer/causas-prevencion/riesgo/sustancias/formaldehido/hoja-informativa-formaldehido#q1

De Randall Castro "Dalltro" para 
Horror Hazard.


Diseñador visual, papá geek, biker independiente, escritor artesanal.

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